Conseguir boletos de primera fila para un partido NBA no es tarea fácil. Mucho menos en Los Ángeles, donde todos quieren salir en la foto y es casi imposible cuando se trata de ver a los Lakers. Más aún con la llegada de LeBron James. Esos asientos están más calientes que el sol, y el grado de dificultad para obtenerlos aumenta si el equipo visitante es de los candidatos. Los ojos del mundo están puestos ahí, aunque a veces no sale como se espera. Anthony Kiedis lo desperdició cuando le gritó e insultó a Chris Paul en la trifulca entre Rockets y Lakers de hace unos días.
De todas maneras, la relación entre los Red Hot Chili Peppers y Los Angeles Lakers está plenamente documentada y viene desde la prehistoria. Hubo una era en la que ni eran famosos ni hacían giras internacionales y desde ese entonces al publicar su cuarto álbum Mother’s Milk (1989) ya le dedicaban canciones a sus jugadores favoritos, pues en ese disco incluían una rola llamada Magic Johnson donde hablaban sobre las virtudes de los Showtime en el rompimiento rápido, la participación de A.C. Green y la fuerza de James Worthy en las volcadas de ese espectacular equipo. Bueno, sin tener que visitar épocas tan distantes, Flea (bajista y fundador junto a Kiedis de RHCP) fue el encargado de tocar el himno de los Estados Unidos en el partido de despedida de Kobe Bryant. Sí que son cercanos a la historia del equipo.
Hay ciertas alianzas que parecen haber sido orquestadas en un departamento celestial de relaciones públicas y que benefician de formas insospechadas a sus participantes. El caso de Toronto es peculiar, pues en Canadá no ha habido, desde Alanis Morissette, una figura musical más grande que Drake y resulta que a él le encanta el básquetbol. El resultado es que le entregan las llaves de la arena, el disfraz honorario de la botarga inflable de Raptor (así se llama la mascota) y unos lugares de miedo a mitad de cancha y hasta adelante para todos los juegos. Él es el porrista del equipo. El que le escribe a nombre de la ciudad un mensaje de agradecimiento a DeMar DeRozan tras su salida de Toronto hacia San Antonio y el que anima al equipo cuando los Cavs les ganaban año con año en postemporada.
Tenemos el caso de Lil’ Wayne que por primera vez en años se encuentra promoviendo un buen disco y es relevante otra vez. Aún lo vemos en Staples, Smoothie King Center en Nueva Orleans o State Farm Arena en Atlanta y es uno de esos rostros inconfundibles no solo por ser fan del deporte o por la dentadura, la joyería o el peinado sino que muchos jugadores lo admiran. Su Carter V ha sido el disco de donde salieron la gran mayoría de las rimas que LeBron nos recetó desde su Instagram durante el verano previo a su debut en LA. Entre otros cantantes y músicos podemos ver frecuentemente en esos lugares a Adam Levine de Maroon 5, John Legend, Justin Timberlake, Miley y Brandi Cyrus, Will Smith, DJ Khaled y hasta MC Hammer o Adam Duritz de Counting Crows a quienes les alcanzó para su vocalista siga teniendo su primera fila para ver a los Warriors.
La relación del basquet con la música es de admiración mutua, pues igual podemos ver a varios músicos vigentes (o no) en los medios tiempos de varios partidos. No es de extrañar escuchar a Coolio animando juegos de los Clippers, a Public Enemy musicalizando la película He Got Game o a Kanye West en el medio tiempo de un All-Star Game. Incluso, al contrario, escuchar a jugadores acercándose al micrófono con mayor o menor éxito. ¿Cómo olvidar las rimas de Shaq o el rap de verano del 2018 en el que Lonzo le tiraba mala onda a Kuzma? Y ese, el caso de los jugadores queriendo dedicarse a la música, es tema de una próxima entrega.
Aquí puedes escuchar BoomShakalaka
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