Golden State Warriors ha conseguido darle la vuelta a una situación en la que cualquier otro equipo hubiera tirado la toalla. No solo por el hecho de clavar un 39-18 a los Phoenix Suns en el último cuarto para completar una gran remontada en el Chase Center (105-96), sino por haber sido capaces de transformar una dinámica perdedora en una de las mejores rachas de victorias de toda la NBA actualmente.
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La remontada ante los Suns marcó para los de Steve Kerr la cuarta victoria consecutiva. Un último cuarto salvaje en el que los de Monty Williams se vieron sobrepasados por las circunstancias y la influencia de D'Angelo Russell en ataque hizo posible semejante gesta, consiguiendo 12 de sus 31 tantos en el cuarto periodo. Con 7 minutos por disputarse, el marcador parecía acabar con el gran momento de Warriors y devolverlos a la realidad tras la sorpresa navideña contra Houston, pues la diferencia de 10 puntos era excesiva llegado el momento. Fue ahí donde la pericia del banco para encontrar los desajustes necesarios en la defensa rival fluyó de manera correcta e hizo que Golden State comenzara a construir su triunfo.
❄️ @Dloading goes for 31 PTS in the @warriors' 4th-consecutive W! #DubNation pic.twitter.com/C3JYyKx1mt
— NBA (@NBA) December 28, 2019
Los 34 puntos de Devin Booker quedaron en nada, pues todo el conjunto californiano se centró en anular y desactivar al resto de jugadores de los Suns. Una táctica aplicada durante todo el choque que obtuvo su recompensa en el último asalto. Así, Ricky Rubio firmó uno de los peores partidos de temporada con 3 de 10 en tiros de campo y 7 pérdidas, Cam Johnson acumuló un 2 de 7, Kelly Oubre Jr. un 2 de 5... En definitiva, los de Steve Kerr llevaron al extremo una defensa agresiva sobre el balón, influyendo en Phoenix para que estos ejecutaran un ritmo de juego muy superior al que acostumbran, modificando sus posiciones normales de lanzamiento o inicio de acción para desajustar la ofensiva de Williams. Para ilustrar esto cabe destacar el 7 de 33 (21,3%) en triples y las 26 pérdidas de balón que los de Arizona cometieron a lo largo del encuentro.
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Todo ello para conseguir una victoria. Un triunfo que sabe a gloria para la franquicia dominadora del último lustro, que ha pasado de ser la medida de todas las cosas a cerrar la clasificación por abajo en cuestión de meses. Pelicans, Wolves, Rockets y ahora Suns. Cuatro partidos ganados que representan el 44% de sus victorias conseguidas en todo el curso 2019-2020, colocándose actualmente con balance de 9-24 en última posición de la tabla del Oeste.
La reincorporación de D'Angelo Russell al equipo y el renacer del Draymond Green más centrado y líder ha hecho de Golden State un equipo peligroso. En el lapso mencionado el base de Ohio State ha promediado 26,5 puntos y 5,3 asistencias con un 31,8% desde el triple, acompañado, cómo no, por Damion Lee con 18,0 tantos y 50% desde la larga distancia.
"No puedes detenernos, solo puedes esperar contenernos", dijo Steve Kerr orgulloso al acabar el partido a los medios. "Este era un partido que no hubiéramos ganado hace un mes. Finalmente creemos que podemos ganar en la recta final. Creo que definitivamente hemos dado un paso adelante en ese sentido", agregó el técnico.
La mejora en las sensaciones es evidente, los datos no reflejan con exactitud el cambio de tendencia y dinámica en el equipo, consiguiendo eliminar la apatía que había caracterizado el arranque de los Warriors. Un hecho que se comprobó ante Phoenix planteando defensas mixtas, desde el cambio indiscriminado en los bloqueos directos a saltar al trap o plantear una defensa en zona 2-3 en algunos momentos. "Creo que realmente estamos volando", dijo Draymond Green. "Estamos haciendo un gran trabajo al apegarnos al plan de partido, pero una cosa sobre la defensa es que siempre vas a renunciar a algo. Hemos estado renunciando a ciertas cosas y ha funcionado para nosotros", sentenció.
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Los Golden State Warriors han renacido finalmente, una nueva versión del conjunto entrenado por Steve Kerr que parece finalmente haberse sobrepuesto a las lesiones de Stephen Curry y Klay Thompson para mirar al futuro con optimismo. Una construcción de la identidad lenta y costosa cuyos resultados tardarán en ser evidentes, pero de los que habrá que seguir de cerca.
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