Facundo Campazzo y la NBA: crónica de un matrimonio anunciado

Author Photo
Facundo Campazzo

“Todo lo que parecía que no iba a poder hacer, lo logró. Se decía que lo condicionaba la altura, su manera de jugar, esto, lo otro… Siempre superó todo. Si yo tuviera que dar un premio a la persona de mayor progreso en los últimos siete u ocho años, más allá de como jugador, es para él.

La frase le pertenece a Sergio Hernández, probablemente el entrenador más influyente en la carrera del personaje del momento para el básquet argentino. Lo curioso (o quizás no tanto) es que la misma es de mediados del 2018, pero tiene un nivel de vigencia total. Es más, se podría decir que ese progreso que marca el ahora coach de Zaragoza se potenció aún más. De Facundo Campazzo habla Oveja. En realidad, todos hablan del base cordobés y con absoluta razón: acaba de concretarse, por fin, su llegada a la NBA de la mano de Denver Nuggets. A los 29 años, en un pico de madurez en todo sentido, personal y con su juego, ese que lo llevó a adueñarse del club más importante del mundo (Real Madrid). Ese que, en definitiva, es la crónica de un desenlace lógico, porque el cordobés construyó un camino de superación marcado por su contracción al trabajo y ambición competitiva que, tarde o temprano, lo iban llevar al más alto nivel posible: la liga estadounidense.

Más | Facundo Campazzo llega a la NBA tras acordar su arribo a Denver Nuggets por dos años

La llegada de Campazzo a la NBA es la escena final de esta película que lo vio sistemáticamente rompiendo un prejuicio detrás de otro, un guión que le permitió transformarse en el eslabón perdido de la Generación Dorada. Donde había dudas, incertidumbres y cuestionamientos por ver lo que venía detrás de los héroes inmortales que llevaron al básquet nacional a lo más alto, hubo ilusión, esperanza y continuidad de la mano de un líder tallado con el mismo molde de aquellos ídolos (¿alguien dijo legado?). Y donde hubo un desafío para superar, Campazzo estuvo para aceptarlo y cumplirlo.

Podríamos empezar desde aquellos inicios en Muni de Córdoba, cuando se las ingeniaba para darle pelea a los grandes de la provincia como Atenas. O por qué no en su etapa en Unión Eléctrica. Pero comencemos dándole forma al destructor de prejuicios desde su llegada a Peñarol de Mar del Plata, el lugar que le cambió por completo su vida. Osvaldo Echeverría, histórico formador del club, quedó cautivado en un duelo de los cordobeses ante Peña en octubre del 2006, por el Argentino de Clubes U18. El chiquito de 15 años deleitaba, según le dijo Echeverría a la Revista El Gráfico, por “su chispa, explosión y lucidez”. Y el cuento empezaba a tomar forma.

Los inicios del domador de prejuicios

Facundo Campazzo

Campazzo debutó oficialmente el 10 de octubre de 2008, de la mano de… Sí, Hernández. Peñarol estaba con el deseo de llegar a los primeros planos del básquet argentino, y Oveja fue el padre de una verdadera dinastía que tuvo al dorado Leo Gutiérrez como eje central, pero que se potenció y extendió en el tiempo porque Facu hizo lo suyo. El mismo Facu que pasó de juvenil revulsivo, bajito y no pensante para los ojos de muchos, a armador de un multicampeón. El mismo Facu que tenía un techo que -para muchos- no le daba para destacarse en la Liga Nacional, es el mismo que tomó y domó el rol de conductor con apenas 20 años, asumiendo la responsabilidad que dejó el retiro de Sebastián Tato Rodríguez en 2011. Ese mismo Facu es el que, por ejemplo, ganó el MVP del Súper 8 de ese 2011, en un equipo que no sólo tenía a Leo (‘dueño’ del plano nacional), sino al mismísimo Andrés Chapu Nocioni.

Bueno, pero hasta la Liga Nacional llegamos, ¿no? Al cabo, su 1,78 metro lo condicionará para siempre. Claro que no. Había otro desafío adelante: ser el primer tricampeón de la competición doméstica. Prueba superada con un Campazzo superlativo y MVP de las Finales 2012. Entonces, ¿ahora sí es un techo? ¿Cómo puede alguien así tener su lugar en la Selección Argentina, sin haber tenido rastros significativos en formativas? El tema es que ese alguien es superador…

Más | La lista de todos los argentinos en la NBA

Ese 2012 llegó con mucho más que el tricampeonato de la Liga. Vino el debut en la Selección Mayor, en un Sudamericano ganado en Chaco. Está bien, pero era un equipo secundario y en un plano regional, ese es el techo, ¿no? Unas semanas más tarde, con apenas 21 años, Facu era el suplente de Pablo Prigioni en los Juegos Olímpicos de Londres. Su primera y significativa vez con lo que quedaba de la Generación Dorada. Con los Manu, Scola, Nocioni y más… No sólo estuvo a la altura, sino que fue un punto de inflexión para un salto definitivo: el de no sólo ser mejor jugador en la cancha, sino en formarse como un deportista total desde todo punto de vista, con los cuidados, formas y hábitos que son la diferencia entre los buenos jugadores y los grandes.

De la recordada anécdota de “nunca vi un base con panza” que lanzó Ginóbili en un vestuario en 2012, a la transformación absoluta. “Facu cambió su cultura, su nivel intelectual en general y su cuerpo. Y todo lo hizo para ser mejor persona y jugador. Cuando era chico, yo le decía que debía ser más ordenado con su vida, porque lo que fuera afuera iba a ser también adentro de la cancha. Años después, no sólo me dijo que estaba mejor sino que me decía cómo hacer las cosas. Facundo es alguien que se supera día a día en todos los rubros, explica Oveja.

Después de perder el trono en 2013, Campazzo se encontró con el desafío de recuperarlo. No sólo que lo hizo, sino que controló la Liga Nacional con un nivel descomunal y superador. El techo de esa competición le llegaba por los tobillos. Tenía que salir hacia nuevos horizontes, y llegó Real Madrid para darle la chance y plantearle un nuevo desafío.

Europa y la explosión definitiva

Facundo Campazzo

De ser el dueño de Peñarol a ser uno más en el club más importante del mundo FIBA. Una transformación rotunda en el rol que, al cabo, le ayudaría a crecer un poco más. Las dudas del público en general no sólo fueron sobre su lugar en la Casa Blanca, sino en la ACB. El Madrid ganaba todo, pero Facu lo veía casi de manera testimonial. Tras una temporada agridulce, apareció Murcia en su camino. Un paso atrás en la teoría para dar dos hacia adelante y tomar impulso. En dos temporadas, Campazzo se convirtió en amo y señor del modesto equipo español, lo clasificó a Playoffs por primera vez en su historia, lo metió en competiciones europeas y dejó en claro que estaba para ese nivel. Y así llegó el regreso a Madrid.

Y automáticamente llegó la grave lesión de un símbolo como Sergio Llull que le demandó otro rol dentro de un equipo que tenía el brillo inigualable de un tal Luka Doncic. Nuevamente campeones, asumiendo más protagonismo sin Llull, pero… Siempre había un pero… Había que resolver la duda de poder ganar sin el esloveno. Y su salida a Dallas Mavericks destrabó todo. Facu, ahora sí, tenía que ser el dueño del Real Madrid. Y vaya si lo hizo. Los títulos que llegaron (ACB y Supercopa 2019 y Copa del Rey 2020) fueron con él como MVP. Y ni siquiera eso llega a dimensionar su impacto en el equipo. Facu pasó a ser el jugador más indiscutido del club símbolo del mundo.

“Mostró que podía jugar con su altura, que tenía un básquet diferente, que podía manejar otros tiempos, que podía dirigir un equipo, que podía jugar y ser clave en el equipo más importante del mundo FIBA y en la Euroliga”, elogia Hernández. Ah, un detalle no menor: también demostró que la Selección estaba en buenas manos. De ser suplente de Prigioni en Londres 2012 con 21 años a ser clave en la clasificación mundialista en Caracas 2013. Luego, determinante para la épica clasificación olímpica en México 2015. En 2016, el paso de mando en los Juegos de Río, siendo el mejor en medio de Manu, Scola, Nocioni y Delfino. Y en 2019, la consagración definitiva siendo un MVP sin corona en el histórico subcampeonato en China. Dominó ese Mundial como lo que es: un base de elite.

Más | El debut de todos los argentinos en la NBA

Del juvenil revulsivo al dueño de la competición en Argentina, pasando en el medio por el base improvisado, el valioso como secundario, y el líder entre los veteranos. Del relegado entre las estrellas en Madrid y sin pasta de jugador internacional, al dueño absoluto del club más importante del mundo, pasando en el medio por el hombre que reformuló a un club modesto para dar un claro mensaje de pertenencia. Y del qué vendrá después de los dorados a escribir una historia propia como líder de un grupo especial que nació y se formó con la mochila más pesada de todas.

En todos los niveles posibles, Facundo Campazzo vivió con prejuicios que, sistemáticamente, se encargó de pisotearlos. Uno por uno. Porque el deporte no sólo se trata de centímetros, talento, dobles o triples. Se trata, además, de un mar de intangibles que suelen definir y diferenciar a los grandes. Campazzo los tiene todos. Es la construcción perfecta de un deportista de elite cuando pocos lo pensaban. Cuando la ambición, el trabajo y el deseo de superación hacen su parte, los prejuicios y trabas quedan en ridículo. Por eso nadie debería sorprenderse con este momento: su llegada a la NBA es el final más lógico de este cuento y, a su vez, el comienzo de otro. ¿O se piensan que no estará a la altura de este desafío? La lección dice que jamás hay que apostar contra este domador de prejuicios

Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.

Autor/es
Leandro Fernández Photo

Editor Jefe de las ediciones en español de The Sporting News.